lunes, 28 de abril de 2014
Maestro,periodista,militante
Luis Hernández M.
Viernes, Abril 25, 2014
.
En septiembre de 2015 estaría cumpliendo 40 años de servicio
profesional docente. He iniciado un proceso de jubilación que por lo que veo;
se tornará complicado, pero que debo concluir para cerrar un ciclo de vida
profesional.
En mi peregrinar por la vida tres fueron mis compañeros
inseparables: mis libros, mis discos de acetato de los cuales algunos han
sobrevivido al paso del tiempo y las distintas mudanzas como el de Patxi
Andión, los de música clásica o los discos de cantos chilenos y los de danzas y
coros rusos adquiridos en los festivales del periódico comunista “Oposición” en
la ciudad de México. El otro amigo fue un proyector de filminas que me
prestaban regularmente y por periodos prolongados en la Dirección de Educación
Primaria Federal en el estado de Puebla.
En los últimos días del mes de octubre de 1975; después de
caminar más de ocho horas por el monte; entre caminos y veredas desconocidas mi
compañero Felipe Arellano y el que escribe esto; llegamos a la población de
Tlaltepexi, del municipio de Tulcingo de Valle Puebla.
Eran cerca de las dos de la mañana, nos quitamos los zapatos
para atravesar el rio, nos sentamos en las piedras y descansamos un poco en la
quietud de la madrugada, entre el murmullo del agua que corría en forma
abundante, el olor de los azahares de los naranjos de “los riegos” el canto de
los grillos y el revoloteo de las aves nocturnas.
Las luces del pueblo aún se veían lejos; decidimos continuar
el camino y después de algunos metros,
encontramos la casa de Juanito Valle que nos confundió con ladrones;
decidimos sentarnos en los escalones de la presidencia auxiliar municipal.
Salió el hijo y la esposa de don Juan con escopeta en mano persiguiendo a los
ladrones que habían querido asaltar al señor de la casa. Explicamos que nosotros;
los nuevos profesores habíamos tocado el domicilio. Sin conocernos, nos dieron
alojamiento y por cama un petate en el suelo y por cena, un elote asado.
¿Cómo no agradecer este gesto de personas tan humildes? De
ahí, se suman los nombres de otras personas como los de doña Cleofas, el de
Macrina Sierra o personas anónimas como el de “la comadrita”, una anciana que
vivía sola, muy sola, sin familia en este mundo y que se sentía honrada con
nuestra amistad; que nos preparaba los alimentos en el jacal de doña Macrina.
¿Cómo olvidar a don Adulfo y su familia? ¿A mi compadre Ángel Susano? ¿Cuántas personas humildes me
abrieron sus chozas en Tlaltepexi?
¿Y mis compañeros de trabajo? Aprendimos a caminar por estas
tierras sin miedo, por la noche, en la madrugada, en el día; acompañados o
solos.
En el camino nos encontrábamos con hombres armados, a la
altura de Cacalutla Guerrero; siempre fuimos respetados en nuestro camino y en
la intrepidez de nuestra juventud, recorrimos a pie la rivera del rio Tecoloyan,
afluente del rio Tlapaneco y que tiene su origen en la población de Xixingo,
Puebla. En nuestro recorrido, llegamos a la población de Xochihuehuetlán,
Guerrero.
Antes, en nuestra corta estancia en Tulcingo Puebla, fuimos
acogidos por la familia de Bernabé, su papá Chucho Rojas y sus tías; “la Gûera”
que nos recibía en su fonda; pero también el hospedaje y los alimentos del
profesor Aureliano; la confianza de las personas que nos fiaron la comida hasta
el mes de noviembre en que recibimos nuestro primer sueldo.
Recuerdo a Leobardo Silva Vidals; secretario general de la
sección XXIII del SNTE que respetaba nuestro trabajo y no dejaba de expresar su
reconocimiento.
En este camino y ya en Puebla, en 1979, el director de La
Opinión de la Mañana, nos abrió las páginas de su diario para escribir en el
primer intento de un suplemento para los maestros: “Educación y Cultura”;
posteriormente, don Gabriel Sánchez Andraca nos propuso, en octubre de 1983 la
creación del primer suplemento del Diario Cambio. Así surgió “Cambio Educativo”
que tuvo una vida de más de siete años; más adelante, en 1987, don Baraquiel
Alatriste nos invitó a escribir en la “Revista Momento” y así surgió “Aula de
Papel” de manera simultánea, don Mauro González Rivera nos abrió las puertas de
La Voz de Puebla.
En esta aventura con la prensa escrita; una gran ayuda fue
el trabajo secretarial de la señorita Manuela, secretaria del Partido
Socialista Unificado de México, quien me ayudaba a escribir mis colaboraciones
semanales.
La combinación del trabajo docente en la escuela primaria y
el ejercicio del periodismo fueron los dos componentes éticos que le dieron
sentido a mi vida; primero de profesor rural y posteriormente de buen
ciudadano, según creo yo.
En la década de los noventa una nueva invitación a escribir
me hace el periodista Rodolfo Ruiz Rodríguez, en esa ocasión, para el diario El
Universal de Puebla con un nuevo suplemento educativo y de manera esporádica
escribí en Síntesis e incluso, en el “Z de Tijuana” o en “Quehacer de Maestra”,
la revista del SNTE en los noventa o en la edición del Boletín “Nuevo
Sindicalismo”, entre 1989-1995.
Ya han transcurrido cuatro décadas de trabajo; sigo en el
ejercicio de la docencia sin haber recibido un solo reconocimiento. Me
extraviaron mi expediente cuando solicité mi estímulo económico por treinta
años de servicio y ahora, que me acercaba al estímulo de los 40 años, debo
jubilarme ante las circunstancias laborales imperantes.
Don Rodolfo Ruiz Rodríguez sigue siendo generoso al publicar
mis notas en e-consulta y debo agradecer a los compañeros maestros del estado
de Veracruz por incluirme en el Suplemento Insurgencia Magisterial ya no somos
los mismos de La Jornada Veracruz.
Estoy en la recuperación de mis diez cuentas del SAR, si
logro cobrar este dinero, construiré un salón en la segunda planta de mi casa y
desde ahí, impartiré cursos de alfabetización de manera gratuita, desde ahí
convocaré a mis amigos a impartir cursos y a fomentar la lectura y la escritura
con niños y jóvenes, pero también con adultos. Maestro seguiré siendo hasta el
último aliento de mi vida.
A mis amigos de Noticias de Tampico, y a los que publican
mis notas en sus Blogs, mi agradecimiento por tan alta distinción ¿Qué importa
que no lleguen los reconocimientos de la SEP?
He vivido plenamente mi profesión de profesor de escuela,
conservo el recuerdo de mis amigos, compañeros, estudiantes, sus familias, el
afecto, sus palabras de aliento, su solidaridad. ¿Y mis compañeros del
principio del tiempo? Por lo que se, alguno de mis libros que me acompañaron en
mis primeras andanzas, están en los libreros de algunas personas que no se
consideran mis amigos, pero los guardan como trofeo o como fetiches.
¿Dónde quedaron mis libros? ¿Dónde quedó “Reportaje al pie
de la horca” de Julius Fusik? ¿Y mis
libros de Celestín Freinet? ¿Y los de Máximo Gorki?...
En la sierra norte de Puebla, -ese es otro capítulo de mi
vida profesional-, agradezco a mis ex alumnos maestros del medio indígena, sus
rituales, su apoyo y colaboración; a los jóvenes becarios que estudiaron la
carrera de educadores, varios de ellos ahora son directores o supervisores; a
mis compañeros de la Universidad Pedagógica Nacional en Puebla y Huauchinango.
A mis compañeros y amigos que por las mañanas frías me
ofrecen una taza de café en el BINE y a tantas personas que me han brindado su
amistad cuando no tenía nada material que ofrecerles a cambio; a todos, mi
agradecimiento eterno, mi recuerdo y mi afecto, sobre todo, para quienes se
adelantaron en el camino de la vida. (25-04-2014)
publicado por consejo democrático magisterial poblano a las
12:24
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