Chetumal Q. Roo 17 diciembre 2013Es cierto que por siempre ha existido malestar en torno a nuestros legisladores federales -lo son, aun contra nuestra voluntad- y que también suele enojarnos prácticamente todo cuanto haga o deje de hacer el PRI, pero en el caso muy particular de la Reforma Energética existe un singular repudio su reciente aprobación, y no porque la población esté lo suficientemente documentada sobre sus pros o sus contras.
En efecto, tampoco podemos atribuirlo a la campaña masiva de la izquierda, sobre todo en las redes sociales –la que no utilizó cuando el PRI emprendió el alza generalizada de precios vía impuestos de la "miscelánea" fiscal 2014-, sino por la mala fama del tricolor, que suele ser tramposo y corrupto en todo su histórico accionar, ya sea de la mano de panistas o perredistas, que para el caso es lo mismo en cuanto a "concertacesiones".
Pocos o nadie olvida que en 1980, el ex presidente priísta Carlos Salinas de Gortari dijo que la paraestatal Teléfonos de México (Telmex) era "ineficiente" y que necesitaba "modernizarse", pretexto con el que decretó la venta de todas las acciones propiedad de la nación al Grupo Carso, de Carlos Slim Helú.
La transacción parió al hombre considerado uno de los más ricos del mundo, aunque también al tercer servicio telefónico más caro entre los países pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)
Como se sabe, ese mismo año y con ese mismo presidente, la banca mexicana se desnacionalizó, entonces con el argumento de que necesitaba "rejuvenecerse y modernizarse", pero desde 1998 los mexicanos pagan vía impuestos, de sus bolsillos, un rescate bancario que este año asciende a 128 mil millones de pesos. La privatización se convirtió en deuda pública. El Fobaproa es una deuda que los mexicanos de hoy seguirán pagando hasta 15 años después de muertos. O más.
Ante estos antecedentes, no es casualidad que especialistas políticos vean en Salinas de Gortari al autor intelectual de la inminente privatización de Petróleos Mexicanos (PEMEX), en una operación que se gestó durante el sexenio de Felipe Calderón y tendrá su toque final con Peña Nieto.
El mandatario presentó oficialmente la reforma acompañado de un mensaje transmitido en cadena abierta nacional de televisión, seguido de mucha publicidad de soporte, aunque según su propuesta la reforma es "modernizar" Pemex, discurso similar al de la privatización del Telmex.
Según dijo, "Pemex necesita modernizarse y fortalecerse", en tanto aseguró que el petróleo mexicano no contraviene las disposiciones defendidas en 1938 por Lázaro Cárdenas del Río, el ex presidente que un 18 de marzo promulgó la expropiación petrolera. El día es feriado en el calendario escolar del país.
-La reforma recupera el espíritu de Cárdenas y la nacionalización del petróleo, Pemex no se vende ni privatiza; se fortalece y moderniza, afirma, pero altos funcionarios de la Secretaría de Energía declararon en junio último al Wall Street Journal que México entregará a empresas extranjeras un plan seguido hasta el 2025, que incluye "la apertura a la inversión privada de la exploración y la producción en aguas profundas, donde estaría más de la mitad de los posibles recursos petroleros de México".
De ese modo, México no tendría el control por un cuarto de siglo de lo que emane de su propio territorio, más allá de las ganancias divididas. La ecuación luce sencilla: Yo pongo el petróleo, tú la tecnología, y todos ganamos, dicen.
Las empresas extranjeras se llevarían la renta petrolera mexicana por los próximos 22 años, incluso el llamado "petróleo de esquistos bituminosos", conocido como "shale oil", considerado futuro de la industria petrolera, ya que, según expertos, es tan redituable que gracias a él EEUU palió la crisis del 2009, pasando de cinco a nueve millones de barriles producidos. Así que mientras Washington o Venezuela disfrutan el tesoro, México se conformará con lo que sus arrendados quieran negociar.
El negocio también es de pérdidas para México si consideramos que el petróleo deja unos 40 mil millones de dólares anuales de ganancias, similar al narcotráfico, "industria" que mueve entre 25 y 40 mil millones de dólares, según la organización de inteligencia empresarial, Kroll. De hecho, el narco es el quinto mayor empleador del país, con 468 mil personas viviendo de ese dinero. Algo más de tres veces que Pemex.
¿Cómo se moverían estas cifras con la privatización de Pemex? Nadie se atreve a precisarlo, aunque la mayoría se lo imagina. Si se considera que los ingresos del narcotráfico pueden ser mayores que los del petróleo, el tema de la Reforma Energética tendría que ir más allá de lo económico.
Y eso que Peña Nieto ha presentado la reforma energética sólo como eso, un plan financiero que privaría a México del 40% de su presupuesto en gasto social derivado del petróleo, y que sin él la propuesta fue simplemente subir los impuestos. Homologar el IVA al 17%, incluidos medicinas y alimentos, y elevar el Impuesto Sobre la Renta (ISR) hasta el 30%, así como mantener el aumento gradual del precio de la gasolina -casi alcanza 12 pesos por litro-, y con ello el encarecimiento de la vida, sobre todo de la "canasta" básica.
¿Y qué significa esto en un país con 60 millones de pobres? Y si la violencia es consecuencia de la pobreza, ¿cuál será el impacto, cuando el narcotráfico ha regado ya más de 150 mil muertos? A juzgar por lo que pasó con Telmex y los bancos, los efectos de la privatización de Pemex se antojan brutales, y brutalidad es contraria a "modernización".
Conforme al Premio Nacional de Periodismo en México, Alberto Buitre, la fórmula para reventar a México es sencilla: Más pobreza, mayor violencia, y no hace falta ser estadista para entender que un paliativo a los problemas de un país sumido en la barbarie es proporcionarle el mínimo de desarrollo humano.
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