Por Marlon Berlanga.
Después de tres meses de haberse cumplimentado los estatutos emanados de XIV Congreso Nacional del Partido de la Revolución Democrática, realizado en noviembre del 2013, el nuevo Instituto Nacional Electoral los aprobará, por votación de los viejos consejeros del desaparecido IFE. Este hecho legal da inicio a la carrera por la renovación de sus órganos de dirección en los ámbitos municipal, estatal y nacional.
Las nuevas reglas son un galimatías de la democracia electoral del PRD, que determina su vida institucional básicamente en las coyunturas y en los ajustes entre corrientes; su estatuto se ha visto modificado una y otra vez, siempre pensando en el método electivo interno, y se ha reinventado a la medida para enfrentar la lucha por el control de la maquinaria partidista.
Para muestra basta un botón, el Artículo 269 del nuevo estatuto establece que “la elección de la Presidencia y la Secretaría General de los Comités Ejecutivos en sus respectivos ámbitos, el (sic) Consejos correspondientes deberán decidir con al menos el sesenta por ciento de votos aprobatorios de los Consejeros presentes, el método electivo por el cual serán electos dichos cargos”.
Esta disposición estatutaria no es antidemocrática en sí, pero su origen pone en duda, no la elección -dado que ADN y Nueva Izquierda, en el acuerdo interno para caminar juntos, garantizan ese 60% que determina el tipo de elección y el triunfo de la fórmula que han de presentar para contender- sino la viabilidad de que en un proceso de este tipo en el que fue calculado el resultado, los grupos que aunque minoritarios siempre importantes, acepten el resultado sin denostar a la nueva dirección.
El PRD podrá ser dirigido a partir de las nuevas reglas por un criterio de tendencia, tendencia de mayoría de votos, así se evitará, según los impulsores de este método electivo, que el presidente nacional jale la rienda hacia un lado y el secretario general hacia el otro. Que la dirección partidista, ni en conferencias de prensa, se vea lamentablemente con visiones encontradas, y que las minorías no puedan sino acatar, dado que así es la democracia, los acuerdos de las mayorías.
Sin embargo, mi pesimismo me traiciona otra vez, creo que la mayoría en votos dentro del partido no garantiza una tendencia político ideológica que permita guiar al PRD hacia un proyecto de nación y ser un referente electoral para la gente que aún piensa en la izquierda como una opción de gobierno. El PRD generará con este método jaloneos innecesarios que nos desgastarán en la grilla interna, mientras afuera el PRI trabaja en el engranaje de programas sociales y su maquinaria electoral; y el PAN (en lamentables condiciones) se repliega estratégicamente con sus aliados de la derecha empresarial.
Y el horno no esta para bollos, el PRD vive una crisis muy bien analizada por Carlos Navarrete quien en su gira nacional recobró el pulso partidista del que estuvo alejado durante nueve años que ejerció de Senador y funcionario de alto nivel en el Gobierno del DF. Carlos Navarrete, lo ha dicho, y lo ha dicho bien, la crisis empieza en el abandono de la vida partidaria en los municipios y llega hasta la inoperatividad de los órganos de dirección nacional. Yo agregaría que esta crisis endémica está agravada por la división, el chantaje, la carencia de acuerdos, la discrecionalidad en la toma de decisiones y la indolente solución del reparto partidista para mantener las aguas en su nivel de crisis sin que aún se ahogue el niño.
Por otro lado, la combinación entre corrientes con tan pocas coincidencias en su pensar y ejercer la política -como lo han sido ADN y NI- me parece una bomba de tiempo. Las diferencias se han de notar una vez que sus visiones e intereses se confronten, por eso creo que ambas corrientes deben tener contrapesos que equilibren y garanticen la funcionalidad partidaria, no hasta que las contradicciones se presenten, sino desde el momento en que se elija a nuestra dirigencia partidista.
Los menos son, sumados con los más, quienes fortalecen nuestro actuar político y nuestra presencia en la población. Equipos como IDN, Democracia Social o Foro Nuevo Sol, tienen una base social, gobiernos municipales y representación legislativa que no han de desaparecer solo porque una tendencia mayoritaria no los reconoce como iguales en las decisiones y estrategias; personajes como el Ing. Cuauhtemoc Cárdenas aún son símbolos que influyen en el ánimo social y generan empatía con varios personajes que apuestan por él como el eje de unidad que hace falta en el partido y en todo el país existen militantes y dirigentes del PRD que quieren ver un partido fortalecido a partir de diálogo, acuerdos y coincidencias, no por mayorías.
El presidente y secretario general del Partido pueden ser electos con nuestro actual consejo nacional antes del 21 de marzo para sustituir a Jesús Zambrano y a Alejandro Sánchez Camacho. Indudablemente, serán Carlos Navarrete y Héctor Bautista quienes en la elección ganarán a cualquier otra fórmula que, ociosamente, pudiese competir, pero creo que sin una operación política de conciliación y convencimiento la unidad del PRD quedará pendiente.
Por último, debo ser claro en mi inclinación a favor de Carlos Navarrete para dirigir al partido, sin menoscabo de mis consideraciones en torno a la imagen del Ing. Cuauhtemoc Cárdenas a quien no descarto en un acuerdo unidad; pero mi preferencia no es incondicional, es consecuente con mi visión de partido, y a su vez, crítica de la forma poco plausible en que se impusieron las innecesarias nuevas reglas dentro del PRD.
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